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Reseña Histórica - Parte IV -

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Mensaje  ADMIN Sáb Mayo 24, 2008 3:07 pm

Reseña Histórica - Parte IV -

ALAJUELA: BUSCANDO RESPUESTAS LATINOAMERICANAS


Hasta 1971, año en que se realiza la que se considera primera Asamblea Continental del Serpaj (aunque recién en 1974 se llamara así), se suceden varios encuentros de formación y discusión en México, Costa Rica, Venezuela, Puerto Rico, Republica Dominicana, Colombia, Chile, Argentina, Paraguay y diversas partes de Brasil. En todos ellos –además de la presencia de Jean e Hildegard y el pastor Smith, coordinando y promoviendo los mismos- se registra la participación de representantes campesinos, obreros, de comunidades de base, estudiantes, sacerdotes y religiosos.
La intensa actividad desplegada en estos años por los delegados de IFOR y AFOR en América Latina conduce al “Primer encuentro sobre la noviolencia activa” que tuvo como sede la ciudad de Alajuela en Costa Rica.
En la última semana de Mayo de 1971, se dio inicio a los trabajos que echarían las primeras raíces de la organización.
Nacida bajo el impulso y apoyo de europeos y norteamericanos, la trabajosa instancia de coordinación estaba ya en condiciones de profundizar sus búsquedas y elaborar sus propias respuestas, rescatadas de las experiencias de lucha de los pueblos latinoamericanos.
Entre los participantes de Alajuela, otra personalidad significativa de las luchas populares del continente: el obispo brasileño Dom Helder Câmara. En un fuerte discurso inaugural, Dom Helder dejaría su testimonio de compromiso con los pobres del mundo y con su iglesia.
“Nosotros, cristianos de América Latina debemos dar un ejemplo de superación del egoísmo a nuestros hermanos de Afrecha y Asia. Como tener fuerza moral para hablar en nombre de Dios y del cristianismo, si nuestros hermanos de Afrecha y Asia, conviven con cristianos que explotan cristianos, manteniendo la propia riqueza a costa de la miseria de miles y hasta millones de compañeros hijos de Dios y nuestros hermanos en Cristo.”

Era también la propia iglesia latinoamericana que, cuestionada por la palabra de uno de sus más lúcidos lideres, expresaba su opción por los explotados y perseguidos. Este anhelo de una Iglesia (y de las Iglesias) comprometida en la lucha por la liberación, fue recogido por el documento final de este primer Continental, cuyo tema fue “Documento de la conferencia para coordinar y planificar la acción noviolenta en América Latina.”
Precisamente, el dinamismo de las iglesias latinoamericanas y su presencia en los procesos de liberación fueron dos ingredientes importantes de la acción desplegada en la etapa preparatoria del Serpaj, en consonancia con los aires renovadores que desde el seno de las iglesias desparramaban signos de esperanza por el continente.
El continental de Alajuela se inscribe en un periodo crítico del proceso latinoamericano. América Central ya conocía las amarguras de los gobiernos opresoras que hacían de la violación de los derechos elementales de la persona una práctica cotidiana. Para el resto del continente que navegaba en brazos de experiencias contradictorias, parecía estar llegando la hora de la verdad: gobiernos democráticos (de forma mas que de contenido) debatiéndose entre la inestabilidad institucional, dictaduras militares instaladas bajo el pretexto de salvaguardar los valores de la sociedad occidental de la supuesta amenaza comunista, golpes militares de cuño nacionalista aparentemente firmes en su decisión de enfrentar cambios estructurales reclamados por las masas. Y el caso de Chile, con un gobierno socialista sostenido por el voto popular que planteaba grandes expectativas para el futuro político de América Latina.
Por otro lado, grandes masas desocupadas, analfabetas, marginalizadas.
Alajuela dedico la primera parte del encuentro a analizar esta realidad desde la perspectiva de la lucha noviolenta. Un informe del entonces presidente de Chile, Salvador Allende, preparado por encargo de CEPAL, registro una serie de datos contundentes al respecto. Comenzaba la década de los 70 y Allende uno de sus dramáticos protagonistas, describía las grietas mas profundas de la crisis.
Una vez derrotados los movimientos guerrilleros, el continente tenía que descansar en paz. Para esa tarea estaban prontos los militares que blandiendo la doctrina de Seguridad Nacional, no escatimaron esfuerzos ni medios para frenar el impulso reivindicativo de las organizaciones populares.
La represión adquiría formas insospechables hasta el momento, arrasando las ya endebles y en general complacientes democracias.
En las propuestas finales recogidas en el documento de Alajuela, a la vez que se afirmaban bases para el desarrollo e intercambio de los grupos y organizaciones noviolentas de Latinoamérica se prevenía contra el posible desencadenamiento masivo de la acción represiva, llamando a prepararse para afrontarla confiando en la “imaginación y el ingenio popular”, así como en la colaboración solidaria de los grupos del continente.
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